
A lo largo de su carrera, la rehabilitación ha sido un eje central. ¿Qué le atrajo de este campo y qué le sigue motivando después de tantos proyectos?
Creo en la rehabilitación como forma de aprovechamiento de los recursos existentes. Siempre resulta preferible rehabilitar que construir de nueva planta. Los edificios que rehabilitamos suelen ser construcciones protegidas de valor histórico y son auténticos depósitos de conocimiento. Se trata de lugares en los cuales la utilización de la preexistencia es fundamental aprovechando los valores que nos han sido legados.
El conocer la arquitectura de valor que nos ha precedido también sirve como punto de partida para proyectar arquitectura contemporánea. Siempre he pensado que la rehabilitación, o la intervención en cascos históricos, añade un grado más de complejidad en el proceso proyectual, pero también el desarrollo y el resultado se incrementa con un gran valor añadido.
Desde una perspectiva proyectual, ¿cuáles son para usted las claves metodológicas para abordar una intervención sobre arquitectura existente con garantías técnicas y culturales?
Respeto, respeto y respeto hacia lo existente siempre desde una visión contemporánea. Para garantizar la supervivencia del patrimonio es necesaria su actualización. En caso contrario, los edificios pasan a un estadio ruinoso sin posibilidad de uso más allá de su propia presencia. Los edificios están vivos y es necesario actualizarlos a las nuevas funciones. La buena arquitectura tiene muchas derivadas que permiten infinidad de usos en muchos casos absolutamente inesperados.





