En un artículo anterior conocimos tres estrellas de la arquitectura, ganadores del famoso Premio Pritzker de arquitectura, que no contaban con el título de arquitectura, algo que no les impidió llegar a tan alto reconocimiento. Pero no son solo esas tres personalidades, las únicas que han llegado a despuntar en el mundo de la arquitectura, siendo arquitectos sin título.
Arquitectos sin título, con la profesión en la sangre
Con trabajo duro y esfuerzo algunos de los siguientes nombres consiguieron convertirse en arquitectos sin necesidad de título, lo que nos hace ver que el amor y conocimiento de la arquitectura corre por sus venas.
Frank Lloyd Wright: catalogado como el mayor arquitecto americano de todos los tiempos por parte del Instituto Americano de Arquitectos en 1991, curiosamente no cuenta con el título de arquitecto, aunque a finales de sus ochenta años recibió un doctorado honorario de bellas artes por su antigua escuela. Nacido en Wisconsin, la mayor parte de su infancia y adolescencia la pasó en una granja, viviendo en pleno contacto con la naturaleza, lo que posteriormente condicionaría su concepción de la arquitectura. Años después, Frank Lloyd Wright ingresó en la Universidad de Wisconsin con la idea de estudiar ingeniería, pero tras dos años abandonó los estudios para trabajar como dibujante en el estudio de Adler and Sullivan.
Su primera obra en solitario fue la Charnley House de Chicago (1892), a la cual siguió, toda una serie de viviendas unifamiliares que tomaban un carácter compacto y la austeridad decorativa como elemento común, en oposición al eclecticismo de la época. En sus famosas y primeras realizaciones de arquitectura doméstica, las prairies houses o “casas de las praderas”, se visualiza algunas de las constantes de su obra, como la concepción horizontal, el espacio interior organizado en torno a dos ejes entrecuzados, o la prolongación del techo en alas que forman pórticos. Fue uno de los creadores del concepto de arquitectura orgánica, donde se consigue una armonía equilibrada entre los espacios interiores y exteriores.
Adolf Loos: aunque intentó ingresar en la escuela de arquitectura en diversas ocasiones, no lo consiguió, accediendo entonces a la Escuela de Arte y Oficios de Reichemberg en Bohemia. En 1893 viajó a Estados Unidos para visitar la Exposición Universal de Chicago, estancia que posteriormente le influiría en sus criterios estéticos. Tras su regreso en 1896 en Viena publicó la Neue Frei Presse, revolucionando en 1899 la arquitectura vienesa con la construcción del Café Museum. Tras finalizar la 1ª Guerra Mundial, el primer presidente de Checoslovaquia, Tomas Masaryk, le concedió la nacionalidad checa, siendo poco después, en 1921, nombrado arquitecto jefe del Ayuntamiento de Viena.
Ludwig Mies van der Rohe: aunque es un arquitecto reconocido mundialmente por sus grandes proyectos, Mies van der Rohe tampoco estudió arquitectura, ¡ni siquiera terminó el bachillerato! Con un origen muy humilde, este gran artista no tuvo la oportunidad de acceder a la educación formal. No obstante, aunque no tuviera estudios, leyó toda su vida. De joven trabajó como albañil, enfocándose posteriormente en el trabajo con distintos arquitectos, diseñando ornamentos arquitectónicos, algo de lo que curiosamente huyó durante toda su carrera.
Su primer cliente, cuando únicamente contaba con 20 años, fue el filósofo Alois Riehl, quien le encargó su casa en Postdam, en las afueras de Berlín. Posteriormente entre 1908 y 1911 trabajo en el estudio de Peter Behrens, donde compartió tiempo con Walter Groupius de quien heredaría la querencia por la sobriedad. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial ingresó en la infantería para combatir en Rumania, y a su regreso fue un acérrimo defensor de la arquitectura “de piel y huesos”, con tres rascacielos de vidrio con esqueleto de acero para la Friedrichstrasse de Berlín. Mies van der Rohe dirigió la Escuela de Arte y Diseño de la Bauhaus, uno de los focos principales para la evolución del movimiento moderno.
Le Corbusier: puede considerarse como uno de los arquitectos más importantes del siglo XX e incluso el padre de la arquitectura moderna, cuenta con obras dispersas por todo el mundo. Gracias a su filosofía renovadora y a sus famosos cinco puntos para una nueva arquitectura, su nombre pasó a la historia. Nacido en la localidad de La Chaux-de-Fonds, comenzó su aprendizaje como grabador y cincelador en la Escuela de Arte de La Chaux-de-Fonds en 1900, siendo orientado por uno de sus profesores hacia la pintura y posteriormente hacia la arquitectura. En 1905 Le Corbusier diseñó el primero de numerosos edificios, la Villa Fallet, una casa unifamiliar para un miembro de la Escuela de Arte.
Posteriormente, Le Corbusier se dedicó a recorrer diferentes países y en sus viajes encontró la inspiración para comenzar a construir. De este modo, con 29 años se trasladó a París donde trabajó durante quince meses en el estudio de Auguste Perret, arquitecto pionero en la técnica de construcción en hormigón armado. Posteriormente se afincó en Alemania para estudiar las tendencias arquitectónicas de ese país, y entrar a trabajar en la oficina de Peter Behrens. Finalmente, en 1922, comenzó a trabajar con su primo, el ingeniero Pierre Jeanneret, en su despacho de arquitectura en la rue de Sèvres, asociación que mantuvieron hasta 1940. Actualmente es considerado el padre de la arquitectura moderna.
Buckminster Fuller: una de las mentes más innovadoras de la historia, al igual que algunos nombres de esta lista, provenía de una familia humilde. A pesar de esto consiguió entrar en la Universidad de Harvard. No obstante, el autor de la inimaginable cúpula Geodésica, fue expulsado en dos ocasiones de la Universidad. Con una mente extraordinariamente creativa, se convirtió en un fascinante visionario, siendo su obra más conocida la Biosfera de Montreal. Aunque también es reconocido por grandes inventos revolucionarios para esa época. Planificó y diseñó las “viviendas portátiles” que se construían con contenedores de granos, utilizadas, además como refugios antiaéreos.
Louis Sullivan: fue maestro de Wright, y el creador de la famosa frase “la forma siempre sigue la función”. Aceptado en la única escuela americana de arquitectura en ese entones, el Instituto de Massachisetts de Tecnología, se retiró al final de año, comenzando su aprendizaje propio, primero con el arquitecto Frank Furness en Philadelphia, y posteriormente con el arquitecto-ingeniero William Le Baron Jenney, figura en el desarrollo de la Escuela de arquitectura de Chicago. En 1874 se trasladó a Europa, inscribiéndose en la École des Beaux-Arts de París, donde permaneció un año, con escapadas a Florencia y Roma. Con su regreso a Chicago, se asoció con Dankmar Adler en 1879 llevando a cabo más de cien edificios con una estética moderna pero ornamentada.
Carlo Scarpa: graduado con un título no profesional de profesor de dibujo arquitectónico en 1926 por la Real Academia de Bellas Artes de Venecia. No quiso presentarse al examen profesional necesario, lo que le restringió la práctica de la arquitectura por lo que estaba obligado a asociarse con otro arquitecto. Tras varios años, comenzó su carrera en el Real Instituto Superior de Arquitectura de Venecia, enseñando dibujo arquitectónico, se convirtió en director de arte en Venini Glass Works en Venecia de 1932 a 1947. Pero no fue hasta la Segunda Guerra Mundial cuando recibió el reconocimiento como arquitecto, especialmente tras la renovación del Museo Castelvecchio en Verona, Italia.