La arquitectura debe acompañar en todos losámbitos de la vida, incluido en su final. La arquitectura funeraria ha estado presente en la historia de la arquitectura, pero se hizo más discreta en el siglo XX. El declive de las religiones, la concentración del inicio y del final de la existencia en un único y alejado lugar, el hospital… Los motivos de esta desaparición
son múltiples. La muerte se excluyó del círculo de la vida contemporánea y la construcción de edificios dedicados a ella se convirtió en un tabú. Pero, sin embargo, esta temática había inspirado magníficas obras arquitectónicas. Sin remontarnos a épocas tan lejanas como la de las pirámides, podemos destacar por ejemplo las capillas construidas en los años 30 por Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz en el Cementerio del Bosque, cerca de Estocolmo, así como el Cementerio de San Vito de Carlo Scarpa.
El mausoleo de Santa María de la Cruz de Melbourne corresponde a todas luces a un movimiento contemporáneo renovador de la arquitectura funeraria, donde el arte de construir se esfuerza por darle sentido y dignidad al momento más doloroso de la existencia.
El edificio es obra del estudio de arquitectura Harmer. Este estudio de arquitectura de Victoria -un barrio periférico al norte de Melbourne- navega entre la cultura y el culto. Autor de varios teatros y galerías de arte, Harmer también se adentró en la construcción de centros parroquiales, lo que le llevó de forma natural a diseñar mausoleos en Mildura o en Victoria. Estos edificios comparten una misma característica: han sido construidos a petición de la comunidad italiana asentada en Melbourne tras la segunda guerra mundial, cuyos miembros querían disponer de sepulturas que respondiesen a sus tradiciones.
Una obra inspirada Unas obras ligeras, otras más imponentes…
Los edificios dibujados por el estudio Harmer comparten un mismo gusto por los materiales que favorecen la expresividad de las formas. En ocasiones, los arquitectos priorizan el
uso de un único material, pero lo más habitual es que sus edificios sean una combinación heteróclita y sabia de diferentes materiales. Incluso un material de base puede después derivar en varias tonalidades, como en el centro de actividades de la Universidad de Frankston.
Este modo de usar la policromía y las formas fragmentadas recuerda algunas obras de Enric Miralles, un arquitecto catalán que Philip Harmer admiró profundamente. El Cementerio de Igualada, cerca de Barcelona, es de hecho una fuente de inspiración del Mausoleo de Santa María. Otra influencia reivindicada por la agencia Harmer es la obra de Bruce Goff, arquitecto americano alumno de Frank Lloyd Wright, que se caracteriza por un uso muy libre de las formas. Una libertad que es bienvenida en este contexto fúnebre. El diseño del
mausoleo esárido, en el plano emocional y formal. Consiste en una serie de panteones de dimensiones regulares, de cavidades paralelepípedas apiladas las unas sobre las otras, que incorporan uno, dos o más ataúdes.